Los que tuvimos la suerte de asistir ayer a la representación de Yerma en el teatro Zorrilla de Valladolid, pudimos ver teatro de verdad, TEATRO en mayúsculas.
Una Silvia Marsó imbuida de lleno en el personaje de la protagonista, dulce y duro a la vez; la profesionalidad del resto de los actores; una puesta en escena espectacular, a cargo del reconocido director de teatro Miguel Narros; todo ello en el contexto del precioso y remodelado Teatro Zorrilla, nos dejó a los espectadores pegados a la butaca durante las dos horas de intensísima emotividad que duró la representación.
Voy a destacar los tres aspectos que más me sorprendieron en este montaje de la tragedia de Federico García Lorca.
Primero, los momentos cómicos (uno cuando Yerma habla con “la loca”, considerada así en el pueblo por transgredir los principios morales socialmente establecidos; y otro, el coro de lavanderas) que hicieron aún más intenso, por contraste, el final, demoledor e ineluctable.
Segundo, la escena del rito de la fertilidad en la romería, de enorme sugestión erótica: el Macho (con máscara y cuerno de oro en las manos) y la Hembra juntos, cantando a la vida, al amor y al sexo. Otro contrapunto con la inflexibilidad de Yerma, que defiende su honra por encima de su mayor deseo, que es tener a su hijo.
Y tercero, el uso del agua, un agua presente en el escenario no sólo como símbolo poético, a lo largo de toda la representación, sino de forma real, física, y que, en un momento dado, nos dejó a todos literalmente con la boca abierta.
Yerma, en este montaje de Narros, se estrenó hace quince días en Murcia y seguirá recorriendo España durante todo el año. Para el que quiera verla (yo lo recomiendo), o volver a verla, en enero y febrero de 2013 estará en el Teatro María Guerrero de Madrid.
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