domingo, 17 de marzo de 2013

CÁNTICO ESPIRITUAL, Juan de la Cruz

COMENTARIO DE TEXTO


¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
 
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora; [...]




Estos versos fueron los elegidos por el profesor de literatura de 1º de Bachillerato para que los alumnos elaboráramos a partir de ellos, un comentario de texto como el que aparece a continuación:
Este texto es un fragmento de una de las tres obras de Juan de Yepes que han llegado hasta nuestros días.
Pertenece a “Cántico Espiritual”. San Juan de la Cruz lo escribió durante su cautiverio en una cárcel de Toledo.
En 1567 conoció a Santa Teresa de Jesús. Juntos experimentaron raptos transcendentales y estigmas (llagas) como las de Cristo crucificado. Con la separación del Carmelo fundaron los Carmelitas descalzos, ya que no les gustaba lo que su orden anterior, los Carmelitas calzados, hacía; no respetaban los votos, no vivían como debían...incluso había conventos que parecían prostíbulos, pues las mujeres ricas que estaban en el convento se llevaban a sus “amores” a las celdas. Pero esta nueva orden no fue bien recibida por los Carmelitas y encarcelaron a San Juan.
Juan de Yepes se crió en Fontiveros, Ávila, en un ambiente islamizado. Su familia era humillada (l'idiot du village) entre otras cosas porque su madre, la Catalina, era mudéjar. La economía familiar no era muy buena, por eso San Juan padeció raquitismo. Su familia fabricaba buratos (prendas utilizadas por la gente del pueblo para guardar luto a sus difuntos).
Vivió rodeado de una mezcla cultural importante, pues había mujeres en el pueblo que llevaban almalafa (velo).
De pequeño cayó en una lago y la Virgen lo salvó. Fue a Arévalo y a Medina del Campo.
Se ganaba la vida cantando en ceremonias religiosas y haciendo de recadero entre monjas de distintos conventos y hospitales. Era muy bueno en este trabajo gracias a su pequeño tamaño (apenas levantaba 1.48 metros del suelo), lo que le facilitaba la movilidad entre las multitudes.
El director del hospital le mandó a los Carmelitas, y una vez allí, fue a la Universidad de Salamanca,donde conoció a Fray Luis de León y Martín Martínez.
Cuando muere es llevado a Segovia.
Este fragmento del “Cántico Espiritual” lo cuenta la amada. Dice que su amado es todo; es la naturaleza que le rodea: las montañas, los valles, los ríos...
El texto original parece una obra teatral, pues intervienen el Amado , la amada y las criaturas del bosque.
El Amado representa a Dios, por eso el autor lo escribe con mayúsculas. La amada es él.
Y el camino que recorre la amada a través de valles y montañas es él mismo viviendo su vida (el camino es su vida). Y algún día se encontrará con Dios y podrán “consumar su amor”, pero no como lo hacen las parejas, sino alcanzando su plenitud espiritual.
En estos versos, San Juan nos pinta un cuadro de su locus amoenus: “Los valles solitarios nemorosos,/ las ínsulas extrañas,/ los ríos sonorosos,/ el silbo de los aires amorosos.”
La segunda estrofa nos habla de la madrugada, marcada por el silencio de la naturaleza que está todavía dormida: “La noche sosegada/ en par de los levantes de la aurora,/ la música callada,/ la soledad sonora,” Pero entra en contradicción en “la música callada” y “la soledad sonora”.
En algunos aspectos podemos apreciar cierto misticismo.
Es una lira, con versos de arte menos y arte mayor, siguiendo este esquema: 7a 11B 7a 7b 11B/ 7c 11D 7c 7d 11D, con rima consonante. Utiliza aliteración: repite mucho el sonido de la “s” imitando el ruido del viento moviendo las copas de los árboles del bosque.
Es muy interesante este poema, ya que San Juan lo escribe estando en la cárcel, en unas pésimas condiciones de higiene. Logra escapar de allí y se refugia en el convento de las Carmelitas Descalzas de Toledo. San Juan demuestra que no es necesario tener un buen escritorio, con papel, pluma y tinta, para escribir textos hermosos y de gran relevancia.
Porque la importancia está en los versos, no en el soporte.

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