miércoles, 10 de abril de 2013

POESÍA Y PINTURA RENACENTISTAS



ANÁLISIS COMPARATIVO

 

CUADRO: LA PRIMAVERA, DE BOTTICELLI 

 

POEMA: CÁNTICO ESPIRITUAL, DE JUAN DE LA CRUZ (fragmento)



1.
Estamos ante uno de los cuadros más representativos del Renacimiento: La primavera de Botticelli.  Para empezar, encontramos una clara temática de la mitología grecolatina, no solo por los personajes que aparecen, sino además por la misma estructura del cuadro: vemos en el centro a Venus, en representación de la belleza y a ambos lados, como si fuese un espejo, grupos de tres y cuatro personajes; y arriba, coronando el cuadro, encontramos a Cupido con sus flechas de oro y plata, en representación del amor idílico y del desamor, un tema muy frecuente, por ejemplo, en la églogas de Garcilaso de la Vega, donde algunos pastores son muy dichosos mientras que otros lloran la pérdida de Elisa.

Respecto al grupo de personajes de la izquierda, encontramos al mito de la manzana de la discordia. Encontramos a las tres gracias, tres diosas enemistadas por saber quién de ellas es la más bella, y a un joven pastor (que de nuevo podemos relacionar con las églogas pastoriles de Garcilaso) que tendrá que hacer de juez. Para ello, le ofrecerá una manzana a la diosa que a su parecer sea más bella, y esta manzana, de nuevo, podemos encontrarla en un poema de Garcilaso; esta vez en un soneto: “coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto”, es decir, “carpe diem” “colligo virgo rosas”, coger la fruta cuando aún está fresca y jugosa, porque nadie quiere las podridas. Siguiendo con este soneto, nos movemos a la derecha del cuadro; encontramos dos veces a la ninfa de la primavera, que siendo perseguida por Céfiro, y una de los vientos (“antes que el tiempo airado….”,”marchitará la rosa fresca el viento helado”), decide transformarse en un árbol, en la propia primavera, al igual que Dafne se transforma en laurel cuando es perseguida por Apolo, según otro de los sonetos del autor.

Para terminar con los personajes, vemos a la bella Venus en el centro del cuadro; quien nos recuerda a esa hermosura con cabellos dorados que se buscaron en lo más profundo del mineral, y esos blancos y tiernos pies, que Garcilaso tanto amaba.

Por último, y tal vez el elemento más destacable del cuadro, observamos el lugar la escena: es un bosque con muchos frutos, con la hierba bien cortada y mullida… Se trata de un magnífico ejemplo de “locus amoenus”, que estará muy presente en las obras de los tres autores renacentistas españoles. Para Garcilaso, será el lugar de encuentro de ninfas y pastores; para fray Luis de León, un lugar ameno es un lugar sencillo, de descanso. Vemos,  por ejemplo, en “Los nombre de Cristo”  a unos jóvenes charlando tranquilamente en un viñedo; o en otro de sus poemas encontramos su fuerte deseo de escapar de la rutina, y “envidiar” (beatus ille) la vida de un hombre sencillo, que vive retirado en su casa humilde con poco más que un huerto para mantenerse. Incluso podríamos llegar a interpretar este escenario como el paraíso de los dioses, que fray Luis describe en su poema a Salinas como la esfera de la música y la armonía celestial, o que San Juan de la Cruz interioriza de forma más espiritual y mística, y que describe como ese maravilloso lugar en el que, por la noche, la amada se funde con el Amado en un abrazo eterno, es decir, que el alma, por medio del reposo, la serenidad, la iluminación, o la música par fray Luis, llega a unirse con Dios.



 ¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
 
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora; [...] 


2.

Nos encontramos ante una oda típica del Renacimiento, pues su tema e claro: Un amor idílico en un locus amoenus, en un lugar ameno. Podemos ver a la amada dialogando con la naturaleza, muy típico de las églogas de Garcilaso de la Vega y de la vía iluminativa de San Juan de la Cruz, en la que el alma o la amada, sale en medio de la noche serena, sosegada, para encontrarse con su amado. Incluso podemos encontrar una relación con fray Luis de León: “la música callada, la soledad sonora”, que podría interpretarse como una similitud con la musicalidad de las esferas, e incluso, relacionar la soledad con el encarcelamiento real, tanto de fray Luis como de San Juan, por cuestiones religiosas. Asimismo, solo con la estructura podemos ver la época renacentista: Se trata de una oda compuesta por liras, el instrumento musical de los dioses, y todo ello podemos relacionarlo con el gusto de esta época por la armonía y la proporción. Los versos endecasílabos también se desarrollan a partir de los autores italianos como Dante o Petrarca y por todo ello, podemos clasificar esta oda como un poema del renacimiento, época de regreso a una cultura más rica que la medieval; la cultura de los dioses, los héroes y la mitología grecolatina.


David Sandonís, 1º A Bach.

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