ANÁLISIS COMPARATIVO
CUADRO: LA PRIMAVERA, DE BOTTICELLI
POEMA: CÁNTICO ESPIRITUAL, DE JUAN DE LA CRUZ (fragmento)
1.
Estamos ante
uno de los cuadros más representativos del Renacimiento: La primavera de
Botticelli. Para empezar, encontramos
una clara temática de la mitología grecolatina, no solo por los personajes que
aparecen, sino además por la misma estructura del cuadro: vemos en el centro a
Venus, en representación de la belleza y a ambos lados, como si fuese un
espejo, grupos de tres y cuatro personajes; y arriba, coronando el cuadro, encontramos
a Cupido con sus flechas de oro y plata, en representación del amor idílico y del
desamor, un tema muy frecuente, por ejemplo, en la églogas de Garcilaso de la
Vega, donde algunos pastores son muy dichosos mientras que otros lloran la
pérdida de Elisa.
Respecto al grupo de personajes de la izquierda, encontramos
al mito de la manzana de la discordia. Encontramos a las tres gracias, tres
diosas enemistadas por saber quién de ellas es la más bella, y a un joven
pastor (que de nuevo podemos relacionar con las églogas pastoriles de
Garcilaso) que tendrá que hacer de juez. Para ello, le ofrecerá una manzana a
la diosa que a su parecer sea más bella, y esta manzana, de nuevo, podemos
encontrarla en un poema de Garcilaso; esta vez en un soneto: “coged de vuestra
alegre primavera el dulce fruto”, es decir, “carpe diem” “colligo virgo rosas”,
coger la fruta cuando aún está fresca y jugosa, porque nadie quiere las
podridas. Siguiendo con este soneto, nos movemos a la derecha del cuadro;
encontramos dos veces a la ninfa de la primavera, que siendo perseguida por
Céfiro, y una de los vientos (“antes que el tiempo airado….”,”marchitará la
rosa fresca el viento helado”), decide transformarse en un árbol, en la propia
primavera, al igual que Dafne se transforma en laurel cuando es perseguida por
Apolo, según otro de los sonetos del autor.
Para terminar con los personajes, vemos a la bella Venus en
el centro del cuadro; quien nos recuerda a esa hermosura con cabellos dorados
que se buscaron en lo más profundo del mineral, y esos blancos y tiernos pies,
que Garcilaso tanto amaba.
Por último, y tal vez el elemento más destacable del cuadro,
observamos el lugar la escena: es un bosque con muchos frutos, con la hierba
bien cortada y mullida… Se trata de un magnífico ejemplo de “locus amoenus”,
que estará muy presente en las obras de los tres autores renacentistas
españoles. Para Garcilaso, será el lugar de encuentro de ninfas y pastores;
para fray Luis de León, un lugar ameno es un lugar sencillo, de descanso.
Vemos, por ejemplo, en “Los nombre de
Cristo” a unos jóvenes charlando
tranquilamente en un viñedo; o en otro de sus poemas encontramos su fuerte
deseo de escapar de la rutina, y “envidiar” (beatus ille) la vida de un hombre
sencillo, que vive retirado en su casa humilde con poco más que un huerto para
mantenerse. Incluso podríamos llegar a interpretar este escenario como el
paraíso de los dioses, que fray Luis describe en su poema a Salinas como la
esfera de la música y la armonía celestial, o que San Juan de la Cruz
interioriza de forma más espiritual y mística, y que describe como ese maravilloso
lugar en el que, por la noche, la amada se funde con el Amado en un abrazo
eterno, es decir, que el alma, por medio del reposo, la serenidad, la
iluminación, o la música par fray Luis, llega a unirse con Dios.
¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora; [...]
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora; [...]
2.
Nos encontramos ante una oda típica del Renacimiento, pues
su tema e claro: Un amor idílico en un locus amoenus, en un lugar ameno.
Podemos ver a la amada dialogando con la naturaleza, muy típico de las églogas
de Garcilaso de la Vega y de la vía iluminativa de San Juan de la Cruz, en la
que el alma o la amada, sale en medio de la noche serena, sosegada, para
encontrarse con su amado. Incluso podemos encontrar una relación con fray Luis
de León: “la música callada, la soledad sonora”, que podría interpretarse como
una similitud con la musicalidad de las esferas, e incluso, relacionar la
soledad con el encarcelamiento real, tanto de fray Luis como de San Juan, por
cuestiones religiosas. Asimismo, solo con la estructura podemos ver la época
renacentista: Se trata de una oda compuesta por liras, el instrumento musical
de los dioses, y todo ello podemos relacionarlo con el gusto de esta época por
la armonía y la proporción. Los versos endecasílabos también se desarrollan a
partir de los autores italianos como Dante o Petrarca y por todo ello, podemos
clasificar esta oda como un poema del renacimiento, época de regreso a una
cultura más rica que la medieval; la cultura de los dioses, los héroes y la
mitología grecolatina.
David Sandonís, 1º A Bach.
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