sábado, 21 de marzo de 2015

CONCURSO DE MICRORRELATOS: "What´s the murderer?"


¿What´s the murderer?

Las vacas del establo estaban alteradas aquel día. Mugían de forma lastimera a ratos, mientras que de vez en cuando parecían más bien chillar de horror.
-Cariño, voy fuera, a ver qué les pasa a las vacas -dije a mi mujer mientras cogía la escopeta que en su día usaba mi abuelo en sus cacerías.
Salí al exterior, notando enseguida un tono gris en el ambiente. No serían ni las cinco de la tarde, pero el cielo, nublado, daba la impresión de una hora más cercana al anochecer.
Me di cuenta en cuanto entré al establo, el aire estaba viciado, formando una espeluznante y densa atmósfera. Conté. Faltaban tres vacas. Sin embargo, nada parecía haber entrado en el granero, que, cabe aclarar, estaba cerrado a cal y canto.
La primera vaca la encontré intacta, en los lindes de un bosquecillo que queda tras el establo, y la metí con las demás. Estaba muy alterada, muy nerviosa y asustada.
Encontré a la segunda cerca de un claro, a unos cien metros, en el bosque. Tenía varias heridas muy extrañas, aunque se las atribuí a algún animal. Al igual que la primera, estaba aterrorizada, pero parecía que iba a sobrevivir.
Seguí andando, y en aproximadamente diez minutos encontré a la tercera. Aquello no lo había hecho un animal. Me extrañaría incluso que fuese obra de una persona. Sangre, mucha sangre. Fue lo primero que vi. Después me fijé mejor, y vi tripas, extremidades, huesos… todo ello colgado de las ramas de un viejísimo roble, seco ya, formando un espeluznante cuadro. La cabeza destacaba en la formación, arrancada de cuajo, con los ojos abiertos en un gesto de terror. Hice un gran esfuerzo por no vomitar.
Un fuerte viento me sacudió, haciendo chirriar a las ramas de los árboles. Un centenar de cuervos pasaron volando, graznando ruidosamente, por encima del bosque. Huían. Me giré. Una sombra increíblemente oscura avanzaba, comiéndose todo a su paso. Sentí más miedo que al ver la tercera res, noté cómo palidecía y mis músculos se bloqueaban.
Cuando por fin me pude dar la vuelta, me topé de frente con la cabeza de la vaca, que lucía ahora un aspecto muy distinto. Sus ojos no mostraban terror, sino que brillaban enrojecidos de ira, fijos en mí. Abrió sus fauces, llenas de afiladísimos y desiguales colmillos, y con una voz de ultratumba terriblemente grave y maliciosa, aunque más parecida a un rugido que a cualquier sonido humano, comenzó a gritar.
-¡¡BIENVENIDO!! ¡¡TE ESTÁBAMOS ESPERANDO!! ¿¡NO QUERRÁS IRTE YA!? ¡TE PERDERÁS LO MEJOR…! NO, ¡¡¡NO TE IRÁS!!!
En ese momento empecé a chillar y perdí el conocimiento. Lo último que escuché fueron las atronadoras carcajadas que la vaca profería.

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