¿Y por qué no?
Un rayo de luz que coincidió con sus párpados giró y la vio al abrir los ojos. Se levantó y se vistió con una de sus camisas y unos pantalones cualquiera. Dejó a la vista la misma nota del día anterior y se fue.
En el ascensor, se encontró con unos ojos que decían más que “buenos días”. Cuando las manos bajaban, el ascensor paraba y, al subir de nuevo, el ascensor se puso en marcha. Al abrirse las puertas, el ultimo botón aún estaba libre, pero nadie se dio cuenta, solo eran dos personas en un ascensor que salían como cada mañana.
Aquella noche entró por la puerta de la habitación una persona diferente y fue ésta la que leyó la nota, la misma nota que el día anterior, y otra diferente en el ascensor, la que no decía solo “buenos días”.
No es rutina, pero, ¿y por qué no?
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