Esa noche la luz de la luna no llegaba a la
Tierra: el Consejo de gobierno lunar había decidido ahorrar energía y había
activado el escudo que impedía salir cualquier partícula de la atmósfera del
satélite. Wally y su familia habían decidido vivir sin tecnología: usaban sus
conocimientos exhaustivos de la vida en la Tierra muchos miles de años atrás,
para vivir en una Comunidad de Cavernas. Cada noche se sentaban alrededor del
fuego con otros miembros de la Comunidad para contar historias. Wally había escuchado la historia de un
dragón volador que escupía fuego, y la estaba recreando con todo lujo de
detalles. El dragón había raptado a una princesa y se dirigía en línea recta a
su nido en la montaña más alta. En ese momento un dron con un logo negro de una calavera blanca cruzada por dos tibias,
pasó por encima de la entrada de la caverna dejando una cola de fuego. Se escuchó
un ¡Ohhh! colectivo y todo el clan se postró rodilla en tierra diciendo:
dragg-on, dragg-on, dragg-on. Wally los dejó hacer; ya aprovecharía aquella
tendencia religiosa en su favor cuando fuera necesario.
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