En
la consulta de Revivitología.
- ¿Y
usted cómo se murió?
- Pues
mire, fue muy desagradable: iba hacia el trabajo en el aerobús cuando se estrelló
contra nosotros una nave averiada. Morimos veinte personas y tres hologramas.
- ¡Qué
desgracia más grande!
- No lo sabe usted bien,
pero bueno, de eso hace ya tres años, por eso vengo hoy a la revisión, ya me toca. Aunque
me encuentro muy bien, afortunadamente. Esta doctora es muy competente.
- Totalmente
de acuerdo. Yo vengo a su consulta desde hace ya diez años y míreme, si no
fuera por el color verde, como si no me hubiera muerto nunca.
- Sí,
sí, tiene usted razón, se le ve estupendamente.
- A
usted tampoco se le ve mal, apenas se le notan las aletas que le salen de la espalda...
- Es que la medicación hace su efecto. La
verdad es que tenemos mucha suerte. Figúrese en el siglo XXI, por poner un
ejemplo cercano, cogían el ébola, tenían un accidente de coche o les pegaban un
tiro, y adiós muy buenas. ¡Pobrecillos!
- Deje,
deje, ni lo miente. Ahora todo son ventajas. Lo peor son las dos antenas que nos ponen en las orejas en la revisión del tercer año, pero nada de importancia, ¿verdad, usted?
- Verdad,
verdad.
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