DETRÁS DEL CRISTAL
“No te preocupes, bonita, que enseguida te saco”, me dice mientras manipula ese horrible objeto metálico. Mi madre me advirtió muchas veces cuando era pequeña: “que no te acerques a esos seres, que son muy dañinos, que no vas a sacar nada bueno de ellos”. Pero huelen tan bien y, cuando te posas en ellos, saben tan ricos, que nunca pude evitar la tentación. Y por eso ahora estoy aquí, encerrada. Pero aún tengo la esperanza de poder escapar antes de que me arranque las alas. A través del cristal veo cómo se dirige a mí con su mirada maligna y me preparo.
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