Para
poder disfrutar de esta novela hay que ser una persona con la mente abierta y
sin prejuicios religiosos, porque su argumento presenta de una manera
radicalmente diferente, nueva, a los dioses, a todos, a través del dios
católico y cristiano.
Como
siempre en Saramago, hay mucha ironía, ternura y sensibilidad. Y mucho humor. No tiene desperdicio la conversación entre Jesús, Dios y el
Diablo. El
estilo es de frases largas, envolventes, y con diálogos sin guiones que indiquen quién habla, muy original en su presentación.
Es
una novela que nos hace reflexionar sobre la religión y que nos aleja, a poco que empaticemos con
sus personajes, de cualquier dogma o fanatismo. Aunque a Saramago
le costara recibir las críticas de personas intolerantes y muchos
disgustos, hasta el punto, parece ser, de decidir irse de Portugal.
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